Al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar labios que sacan de quicio....
Ni soy sabia ni he encontrado labios que saquen de quicio... así que en ese afán de creer, tan sólo eso CREER que algún día la vida sería benevolente conmigo y me toparía desafiando el oleaje sin timón ni timonel encontrando esos labios que arrebataran mis sentidos y mi mente; me he quedado esperando y esperando siempre a que algo pase, a que algo suceda a que mi bocanada de aire me llene los pulmones y que por fin no sean sólo pensamientos y palabras, sino saliva, piel y sudor...
Pero la realidad es otra y se me estampa una vez más en la cara y no queda sino sólo un corazón de viaje, triste como isla sin puerto... creyendo q tal vez un día una ola rozará su orilla.
Esta vez empece del revés
ResponderEliminarprimero fue un “vente conmigo”
antes de esperar dos o mas citas
y algunos meses,
como era de suponerse
me mando al carajo
tras pensar que había tenido deliriums tremens.
Cuando se lo repetí a la cara
entonces concluyó que me faltaban varias tuercas
o que me había escapado de alguna sanatorio mental
¿cómo podía haberle dicho “vente conmigo”?
si apenas la había visto un par de veces,
no se, ni quiero saberlo.
Lo que puedo saber, es saber lo que dije,
aunque seguiré discutiendo con los espejos,
con las sábanas mudas, con las almohadas vacías,
cada noche me estoy convenciendo
de que lo único que siempre tendré que perder
es el miedo a la cobarde caricia de la soledad.
Contra todo pronóstico
unas semanas más tarde la cite,
después de retrasar cinco minutos mi reloj,
con una duda en el bolsillo
apure el paso a su encuentro,
y vaya la sorpresa
estaba bajo la hora acordada.
Mirando el reloj
y con un reproche por delante
parecía impaciente,
aquel escote negro, el labial y el bolso en la mano
querían decirme algo
pero no pude descifrarlo.
Con un “has llegado tarde”
y una risa en los labios
llegamos a la superficie,
era un mañana gris
pero no como todas,
después de dar dos vueltas
llegamos al mil y tantos de la avenida,
seis pisos atraparon el miedo claustrofóbico
que habrá sido como arrojarse de un avión sin paracaídas.
El seiscientos uno abrió por fin su puerta indecente
tras repetir mas de cinco veces la misma canción,
entre humo, besos y vasos,
la duda perdió la razón
y descubrí el secreto que guardaba bajo la blusa.
Si el pecado tuviera un mapa
empezaría por tu boca, que no se si será mía
pasaría por tu cuello y terminaría abajo del ombligo,
así que sin esperar nada a cambio
me regalaste un trozo de ese mapa del deseo.
Te he estado extrañando tanto
como se extrañan las palabras
que nunca escribiré,
como un día sin alguna frase
tan gastada de sabina,
como un taxi de ida
a la doscincuenta y tres.
Te he estado buscando tanto
como se busca un beso
en mitad del camino,
como un café a prisa
al salir de la oficina,
como un regresa conmigo
como un si,
saliendo de tus labios
como un te necesito impaciente
como una amenaza
de vuelta hacia el sur.
Te he estado soñando tanto
como se sueña una noche
con lluvia y luna,
como la vida que nunca
tendré,
como el tiempo
que nunca me diste.
Te he estado pensando tanto
como se piensa en tus ojos
mirando el reloj,
como tus pasos
en las escaleras,
como en la almohada
que nunca compartimos.
Te he estado extrañando tanto
que ya no se ni como extrañarte.